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Lealtad Verde busca concientizar sobre la cultura del posconsumo en México
Para 2025 buscan establecer más de 6000 puntos de devolución en todo el país y retirar 650 millones de envases de plástico de los vertederos del país.
“Lealtad Verde está utilizando la tecnología para generar conciencia y educar a los consumidores sobre cómo mitigar su huella de carbono personal”
comenta Adrian Sánchez, CEO de Lealtad Verde.
La cultura del posconsumo en México es una realidad con el uso de máquinas biorecicladoras que ayudan a canalizar los residuos. Dentro de las acciones para mitigar los diferentes daños al medio ambiente, el reciclar los restos plásticos de un solo uso ha permitido disminuir, principalmente, la huella de carbono que se genera a diario.
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Actualmente las máquinas de reciclaje también ayudan a impulsar la economía circular, cumpliendo de esta manera, un ciclo integral de cualquier producto, es decir que al consumir y reciclar se puede obtener un “reembolso” solo por la acción de cuidar el medio ambiente.
Para poder ser partícipe de la economía circular generada por el uso de estas máquinas, existe la opción de hacer un registro de los residuos a fin de que estos puedan ser procesados correctamente.

Una opción en México es la aplicación de Lealtad Verde y sus propias máquinas, la cual está enfocada en clasificar los restos y otorgar Tlalicoins a los usuarios de su App. “Lealtad Verde está utilizando la tecnología para generar conciencia y educar a los consumidores sobre cómo mitigar su huella de carbono personal” comenta Adrian Sánchez, CEO de Lealtad Verde.
“Todos los residuos que se generan a diario a partir de los artículos comprados tienen un denominador común: los envases. Los residuos de plástico carecen de un estándar de clasificación claro, lo que impacta directamente en su valor”,
precisó.
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De acuerdo con el empresario, para poder llegar a más audiencias se han aliado con diferentes empresas y sectores para el impulso de este proyecto, a manera de que puedan llegar a ser una fuerza para disminuir y mitigar los daños al medio ambiente.
“Nuestros aliados se posicionarán como puntos de intercambio teniendo máquinas recicladoras, en las que los clientes pueden intercambiar materiales reciclables por una recompensa monetaria. Como bono adicional, nuestros aliados verán mayor cantidad de visitantes”,
argumentó Adrian Sánchez.

Lealtad Verde se está consolidado como un referente en la educación del reciclaje, en sus cinco años de existencia se han potencializado en la Ciudad de México y Monterrey, buscando llegar a todos los estados de la república. “Para 2025 queremos establecer más de 6000 puntos de devolución en todo el país y retirar 650 millones de envases de plástico de los vertederos del país. Si tenemos éxito a reducir las emisiones de CO2 en 12 millones de toneladas” destacó.
Los propósitos ambientales están siendo impulsados por este tipo de propuestas, sin embargo, es de suma importancia la participación de las personas para que esto pueda ser una realidad.
Fuente: México 24 siete.
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COREMEX: el sindicato fantasma que opera con miedo y mentiras
COREMEX intenta venderse como un sindicato “nuevo, diferente y transparente”, pero la realidad lo desmiente. Detrás de su discurso de modernidad y cambio se esconde una organización sin legalidad, sin estructura y sin respeto por los trabajadores que dice representar. Su modus operandi está basado en el engaño, la intimidación y la manipulación.
Fuentes laborales consultadas señalan que COREMEX no cuenta con el reconocimiento ni los registros oficiales que exige la Ley Federal del Trabajo para operar como sindicato. A pesar de ello, busca infiltrarse en empresas prometiendo aumentos salariales inmediatos, beneficios contractuales inexistentes y supuestos acuerdos que jamás llegan a concretarse. Estas promesas vacías han sido su principal herramienta para captar trabajadores, aprovechándose de la necesidad y la desinformación.
Pero lo más preocupante es la forma en que intenta consolidar su presencia. Denuncias recientes apuntan a que COREMEX ha recurrido a la intimidación directa, utilizando a personas ajenas al ámbito sindical —algunas con antecedentes criminales— para presionar o amenazar a empleados. Se trata de tácticas violentas que recuerdan los peores años del sindicalismo corrupto, cuando el miedo valía más que la voluntad.
No existen pruebas de elecciones internas, de procesos democráticos ni de asambleas reales. Su estructura es opaca y su liderazgo, desconocido. Todo indica que COREMEX es un sindicato fantasma, fabricado con intereses políticos o personales, y no un movimiento legítimo que busque mejorar las condiciones laborales.
Además, su falta de transparencia económica deja más dudas que respuestas. Nadie sabe de dónde provienen sus recursos ni a qué fines se destinan. Este tipo de irregularidades refuerzan la sospecha de que COREMEX no defiende derechos, los comercializa.
El sindicalismo mexicano ha pasado años intentando limpiar su imagen tras décadas de corrupción y complicidad. Hoy, organizaciones como COREMEX amenazan con devolvernos a esa época oscura, en la que los trabajadores eran manipulados por grupos de poder que se escudaban tras la palabra “sindicato”.
Los empleados en México merecen representación auténtica, con líderes elegidos democráticamente y con instituciones que respeten la ley. COREMEX no cumple con nada de eso. Es un experimento improvisado que usa la mentira y la intimidación como política sindical.
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Isaías González: jugando con el hambre de los trabajadores de Alpura
En Alpura, la amenaza de huelga promovida por Isaías González Cuevas no suena a lucha sindical, sino a una ruleta rusa con la economía de miles de familias. El líder de la CROC parece decidido a empujar a los empleados a un paro sin haber previsto un plan de respaldo. Sin un fondo de resistencia, los hogares enfrentarían días —o semanas— sin un solo peso entrando.
En lugar de plantear soluciones, González Cuevas se ha limitado a discursos y llamados a “defender los derechos”, sin explicar cómo piensa que un padre o una madre podrá poner comida en la mesa en medio de un paro. Con el regreso a clases encima, muchos trabajadores sienten que se les está empujando a un callejón sin salida.
Mientras tanto, su realidad es otra. Con propiedades, un hotel en Los Cabos y una vida sin preocupaciones económicas, Isaías no tendrá que elegir entre pagar la renta o comprar útiles escolares. El impacto de la huelga lo pagarán otros.
Cada día que pasa sin una respuesta clara aumenta la indignación. Para muchos, este no es un movimiento por justicia laboral, sino un riesgo calculado en el que el líder sindical nunca perderá… pero sus agremiados sí.
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Cuando cometes un gran error y todo el país lo ve
Sí, el odio en redes sociales es brutal. Pero mostrarse vulnerable y con empatía puede marcar la diferencia en una crisis de imagen pública.
Estamos en épocas intensas de #Ladys y #Lords en redes sociales. Las razones son muchas, pero dos de ellas son la presencia de cámaras prácticamente en todos lados y dos, la velocidad con la que se viralizan ciertos videos en las redes sociales. Así, una persona fue grabada ofendiendo con ataques racistas a un policía y otra, también extranjera, insultando y escupiendo a una empleada de seguridad. Los videos se viralizaron de inmediato provocando una oleada de indignación en redes sociales. Pero más allá de juzgar estas acciones claramente reprobables, hay lecciones muy importantes que podemos aprender sobre cómo manejar las crisis públicas.
Primero: reconocer el error. Y sí, es muy difícil. A nadie le gusta admitir que se equivocó, mucho menos cuando todo el país está observando. Pero como persona, como figura pública o incluso como empresa, aceptar el error es el primer paso para corregirlo. Es clave que alguien cercano —alguien que te respete, pero que no te tenga miedo— te ayude a dimensionar lo que hiciste y a enfrentar el ego. Porque cuando hay soberbia, no hay aprendizaje.
Segundo: ofrecer disculpas sinceras. Y no es una disculpa genérica para calmar las redes sociales. Me refiero a una disculpa verdadera, desde la conciencia de que se ofendió gravemente la dignidad de otra persona. En estos casos, además, se cruzó una línea muy delicada: se hizo desde una actitud de superioridad, con una carga de discriminación.
Una disculpa sincera es pública, es clara, es directa. Sin justificar lo que hiciste, sin rodeos. Porque si te disculpas intentando explicar por qué lo hiciste, lo que haces es evadir la responsabilidad. Y las redes te lo van a cobrar doble.
Tercero: ¿qué vas a hacer para cambiar? Porque pedir perdón no basta. Si eres una persona, ¿vas a tomar algún tipo de acompañamiento emocional? ¿Vas a educarte en temas de derechos humanos o diversidad? Y si eres una empresa, ¿vas a revisar tus políticas internas, tus protocolos, tus filtros? ¿Qué medidas concretas vas a tomar para que este tipo de cosas no vuelvan a pasar?
Cuarto: mostrar humanidad. Sí, el odio en redes es brutal. Pero mostrarse vulnerable y con empatía puede marcar la diferencia. No te va a salvar del juicio público, pero sí puede abrir la posibilidad de que algunas personas pasen la página. Porque cuando alguien muestra que está genuinamente arrepentido y que quiere corregir, al menos hay una oportunidad de reconstruir.
La mancha queda, sí. Pero también queda la posibilidad de empezar de nuevo. Todos cometemos errores: las personas, las marcas, las empresas. Lo importante es cómo los enfrentamos, porque eso también impacta a quienes nos rodean y confían en nosotros.
Veremos en qué terminan estos casos. Pero mientras tanto, queda claro que una crisis mal manejada puede ser incluso mucho peor que el error original y destruir por completo una reputación, mientras una crisis bien manejada puede transformarse en una oportunidad para crecer.
Fuente: El Financiero
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