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Nuevo León lidera captación de inversión extranjera directa en tercer trimestre del año
De acuerdo a las cifras publicadas por la Secretaría de Economía federal, durante el periodo julio-septiembre de este año, la entidad captó 714.3 millones de dólares, que representan el 13% del total nacional, con un incremento de 127% en comparación con el tercer trimestre de 2020 de inversión extranjera.
Monterrey.- Durante el tercer trimestre de 2021, último del exgobernador Jaime Rodríguez Calderón, Nuevo León se posicionó en primer lugar nacional en captación de Inversión Extranjera Directa (IED), según cifras de la Secretaría de Economía del gobierno federal.
Mediante un comunicado de prensa, la administración estatal señaló que de acuerdo a las cifras publicadas por la Secretaría de Economía federal; durante el periodo julio-septiembre de este año, la entidad captó 714.3 millones de dólares, que representan el trece por ciento del total nacional.
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El gobierno del estado agregó que después de los 714.3 mdd captados por Nuevo León; en segundo lugar se ubicó la Ciudad de México con 597 mdd, Guanajuato con 592 mdd; Tamaulipas con 529 y Veracruz en quinto lugar con una Inversión Extranjera Directa de 376 mdd.
La nueva administración estatal asentó que inició funciones el pasado cuatro de octubre, el incremento de 127 por ciento en la captación de IED durante el tercer trimestre del año en comparación con el mismo periodo del año anterior, es una muestra de la recuperación económica del estado, después de la restricción de actividades que se tuvo que realizar ante la pandemia de Covid-19 que en marzo de 2020 inició en la entidad.
El gobierno estatal informó que durante los primeros nueve meses del año; el estado captó una Inversión Extranjera Directa de dos mil 322.7 millones de dólares. Sólo superado por la Ciudad de México que en el mismo periodo registró una IED de cuatro mil 109.1 millones de dólares.
Fuente: El Universal
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COREMEX: el sindicato fantasma que opera con miedo y mentiras
COREMEX intenta venderse como un sindicato “nuevo, diferente y transparente”, pero la realidad lo desmiente. Detrás de su discurso de modernidad y cambio se esconde una organización sin legalidad, sin estructura y sin respeto por los trabajadores que dice representar. Su modus operandi está basado en el engaño, la intimidación y la manipulación.
Fuentes laborales consultadas señalan que COREMEX no cuenta con el reconocimiento ni los registros oficiales que exige la Ley Federal del Trabajo para operar como sindicato. A pesar de ello, busca infiltrarse en empresas prometiendo aumentos salariales inmediatos, beneficios contractuales inexistentes y supuestos acuerdos que jamás llegan a concretarse. Estas promesas vacías han sido su principal herramienta para captar trabajadores, aprovechándose de la necesidad y la desinformación.
Pero lo más preocupante es la forma en que intenta consolidar su presencia. Denuncias recientes apuntan a que COREMEX ha recurrido a la intimidación directa, utilizando a personas ajenas al ámbito sindical —algunas con antecedentes criminales— para presionar o amenazar a empleados. Se trata de tácticas violentas que recuerdan los peores años del sindicalismo corrupto, cuando el miedo valía más que la voluntad.
No existen pruebas de elecciones internas, de procesos democráticos ni de asambleas reales. Su estructura es opaca y su liderazgo, desconocido. Todo indica que COREMEX es un sindicato fantasma, fabricado con intereses políticos o personales, y no un movimiento legítimo que busque mejorar las condiciones laborales.
Además, su falta de transparencia económica deja más dudas que respuestas. Nadie sabe de dónde provienen sus recursos ni a qué fines se destinan. Este tipo de irregularidades refuerzan la sospecha de que COREMEX no defiende derechos, los comercializa.
El sindicalismo mexicano ha pasado años intentando limpiar su imagen tras décadas de corrupción y complicidad. Hoy, organizaciones como COREMEX amenazan con devolvernos a esa época oscura, en la que los trabajadores eran manipulados por grupos de poder que se escudaban tras la palabra “sindicato”.
Los empleados en México merecen representación auténtica, con líderes elegidos democráticamente y con instituciones que respeten la ley. COREMEX no cumple con nada de eso. Es un experimento improvisado que usa la mentira y la intimidación como política sindical.
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Isaías González: jugando con el hambre de los trabajadores de Alpura
En Alpura, la amenaza de huelga promovida por Isaías González Cuevas no suena a lucha sindical, sino a una ruleta rusa con la economía de miles de familias. El líder de la CROC parece decidido a empujar a los empleados a un paro sin haber previsto un plan de respaldo. Sin un fondo de resistencia, los hogares enfrentarían días —o semanas— sin un solo peso entrando.
En lugar de plantear soluciones, González Cuevas se ha limitado a discursos y llamados a “defender los derechos”, sin explicar cómo piensa que un padre o una madre podrá poner comida en la mesa en medio de un paro. Con el regreso a clases encima, muchos trabajadores sienten que se les está empujando a un callejón sin salida.
Mientras tanto, su realidad es otra. Con propiedades, un hotel en Los Cabos y una vida sin preocupaciones económicas, Isaías no tendrá que elegir entre pagar la renta o comprar útiles escolares. El impacto de la huelga lo pagarán otros.
Cada día que pasa sin una respuesta clara aumenta la indignación. Para muchos, este no es un movimiento por justicia laboral, sino un riesgo calculado en el que el líder sindical nunca perderá… pero sus agremiados sí.
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Cuando cometes un gran error y todo el país lo ve
Sí, el odio en redes sociales es brutal. Pero mostrarse vulnerable y con empatía puede marcar la diferencia en una crisis de imagen pública.
Estamos en épocas intensas de #Ladys y #Lords en redes sociales. Las razones son muchas, pero dos de ellas son la presencia de cámaras prácticamente en todos lados y dos, la velocidad con la que se viralizan ciertos videos en las redes sociales. Así, una persona fue grabada ofendiendo con ataques racistas a un policía y otra, también extranjera, insultando y escupiendo a una empleada de seguridad. Los videos se viralizaron de inmediato provocando una oleada de indignación en redes sociales. Pero más allá de juzgar estas acciones claramente reprobables, hay lecciones muy importantes que podemos aprender sobre cómo manejar las crisis públicas.
Primero: reconocer el error. Y sí, es muy difícil. A nadie le gusta admitir que se equivocó, mucho menos cuando todo el país está observando. Pero como persona, como figura pública o incluso como empresa, aceptar el error es el primer paso para corregirlo. Es clave que alguien cercano —alguien que te respete, pero que no te tenga miedo— te ayude a dimensionar lo que hiciste y a enfrentar el ego. Porque cuando hay soberbia, no hay aprendizaje.
Segundo: ofrecer disculpas sinceras. Y no es una disculpa genérica para calmar las redes sociales. Me refiero a una disculpa verdadera, desde la conciencia de que se ofendió gravemente la dignidad de otra persona. En estos casos, además, se cruzó una línea muy delicada: se hizo desde una actitud de superioridad, con una carga de discriminación.
Una disculpa sincera es pública, es clara, es directa. Sin justificar lo que hiciste, sin rodeos. Porque si te disculpas intentando explicar por qué lo hiciste, lo que haces es evadir la responsabilidad. Y las redes te lo van a cobrar doble.
Tercero: ¿qué vas a hacer para cambiar? Porque pedir perdón no basta. Si eres una persona, ¿vas a tomar algún tipo de acompañamiento emocional? ¿Vas a educarte en temas de derechos humanos o diversidad? Y si eres una empresa, ¿vas a revisar tus políticas internas, tus protocolos, tus filtros? ¿Qué medidas concretas vas a tomar para que este tipo de cosas no vuelvan a pasar?
Cuarto: mostrar humanidad. Sí, el odio en redes es brutal. Pero mostrarse vulnerable y con empatía puede marcar la diferencia. No te va a salvar del juicio público, pero sí puede abrir la posibilidad de que algunas personas pasen la página. Porque cuando alguien muestra que está genuinamente arrepentido y que quiere corregir, al menos hay una oportunidad de reconstruir.
La mancha queda, sí. Pero también queda la posibilidad de empezar de nuevo. Todos cometemos errores: las personas, las marcas, las empresas. Lo importante es cómo los enfrentamos, porque eso también impacta a quienes nos rodean y confían en nosotros.
Veremos en qué terminan estos casos. Pero mientras tanto, queda claro que una crisis mal manejada puede ser incluso mucho peor que el error original y destruir por completo una reputación, mientras una crisis bien manejada puede transformarse en una oportunidad para crecer.
Fuente: El Financiero
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